Andado el Camino,
una meta superada, un objetivo alcanzado, un reto rebasado, un Camino recorrido…
Una vez finalizado el Camino de Santiago, ya en mi Sevilla natal, toca hacer balance de lo vivido, de lo superado, de lo visto, escuchado, olido, y en fin, de todo lo sentido.
Una vez finalizado el Camino de Santiago, ya en mi Sevilla natal, toca hacer balance de lo vivido, de lo superado, de lo visto, escuchado, olido, y en fin, de todo lo sentido.
Empezar el camino,
al menos en mi caso significaba ilusión, la ilusión de enfrentarme a un reto
personal; es verdad que son sólo 116 km pero aun así es un reto.
El primer sello, la
primera cuesta, los primeros caminos circundados por arboles, las diferentes
razas, las diferentes culturas y los distintos idiomas en un mismo Camino, y
todos con una misma frase como saludo, como apoyo, “Buen Camino”, la he
escuchado cientos de veces y con cien acentos distintos pero todos sonaban tan
igual….
Finalizar cada etapa,
llenaba de alegría porque tenía al alcance de mi mano cosas que a diario, en la
sociedad que vivimos, parecen casi insignificantes, una ducha, un plato de
comida o una cama. Con más o menos kilómetros en las piernas, con la mochila
cargada de ropa más o menos sucia, con más o menos cansancio acumulado y sin
embargo la ilusión de un “Buen Camino” que no se bajaba de la mochila, esa
carga se llevaba con alegría y no aumentaba el peso de mi mochila, pero
imprimía fuerza en mis piernas…
Los dos últimos días
de camino con un clima que no ayudaba, empapado de lluvia “débil”, acercándome
a cada paso a mi destino, el camino se hacía corto, el camino se hacía rápido,
el camino era un “Buen Camino”, vislumbrar Santiago desde la distancia, entre
las nubes, la lluvia y los cristales sucios de unas gafas compañeras… y una
pequeña sonrisa se dibujaba en mi cara… sonrisa pequeña que iba ‘in crescendo’
a medida que veía las torres de una Catedral imponente de Santiago, cuando me
adentraba en la plaza del Obradoiro, una sonrisa pequeña que se hacía inmensa
cuando me sabia en mi destino, en mi final de mi camino, de ese “Buen Camino”
en cien acentos escuchado…
Entrar en la
Catedral, quedarse perplejo al ver la inmensidad del Botafumeiro, abrazar al
Apóstol, acordarse de los que no están, de esos que no están, pero sin embargo
siempre estarán, acordarme de los míos, padres, hermanos, primos, sobrinos, de
mis amigos, de… y que la sonrisa, permanezca pero que los ojos se llenen de emociones
distintas, que no quiero contar pero porque es mejor sentirlo que explicarlo…
No me extiendo más,
las explicaciones sobran cuando no hay palabras para describir las emociones,
las palabras sobran cuando llegas a tu destino, las palabras sobran cuando no
hay nada que decir y mucho que vivir, y con las dos únicas palabras que en este
viaje no sobran me despido, amigos y familiares, a todos os deseo un “Buen
Camino”
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